25 sept 2010

Pequeña lesbi en potencia.

Cuando era pequeña e inocente, iba a un jardín de infantes llamado Santa Rafaela María, perteneciente al colegio Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, ubicado en la ciudad de Ituzaingó, en el partido de homónimo de la provincia de Buenos Aires.

Corría el año 1993, yo tenía cuatro años y me encontraba en salita amarilla. Una tarde, estábamos todos sentados en ronda dentro del salón, y la maestra -que se llamaba Verónica Villar- había lanzado una consigna general a la que todas las chicas debíamos responder en voz alta, una por una, llegado nuestro turno. Dicha pregunta, de corte indudablemente católico, era, nada más y nada menos, con quién íbamos a casarnos, en un vano intento de imponernos, ya de chiquitos, el modelo de familia católico y la idea de matrimonio, además de una concepción retrógrada de la sexualidad.

Una por una, mis compañeritas pronunciaban en voz alta el nombre del compañerito con el que pretendían contraer matrimonio en un futuro -por aquel entonces- bastante lejano. A medida que la ronda avanzaba, el stock de mini-hombres disponible se iba agotando; cuando llegó mi turno, ya no quedaba ningún compañero soltero para que pudiese casarme con él.

- Vos con quién te vas a casar?
- Yo me voy a casar con Julia- contesté inocentemente, sin saber qué carajo era eso del casamiento.
- ¡NO TE PODÉS CASAR CON JULIA! ¡¿NO VES QUE ES UNA MUJER?!- me gritó la pelotuda de la maestra, como si mi respuesta fuese una aberración inconcebible.

La conclusión que saco de ésto es que la educación debería estar en manos del Estado, y no a cargo de empresas que la conciben como si fuera un bien de mercado que se compra y se vende, y encima tratan de inculcarte ideas afines a sus intereses económicos, políticos, sociales, culturales, etc., etc., etc... Sobre todo la educación infantil, que es la más delicada de todas, porque coloca los cimientos sobre los que uno comenzará a construir su cosmovisión, y en esa etapa de la vida uno todavía no está dotado de una mirada crítica; también es indispensable que controlen bien a quiénes dejan a cargo de los chicos: me parece una locura que nenes de cuatro años estén bajo la responsabilidad de mamertos homofóbicos y reaccionarios devenidos en una suerte (y muy mala) de educadores infantiles, que encima gritan de manera violenta a raíz de su insuperable intolerancia.

Por cierto... Julia estaba re-buena (?).

Posta, la verdad es que Julia era muy linda, y hoy, diecisiete años más tarde, la tengo como amiga en Facebook, y sigue siendo tan linda como cuando era pequeña (y el hermano ni te cuento...). Si me gustaran las mujeres, le daría (y si en tal caso ella me diese bola, claro).

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